16/2/12

el gato naranja - noticiero poético para américa latina

LAS LATAS EN EL FONDO DEL RIO


Fotograma de Rodrigo D. No futuro. Víctor Gaviria 1988




Abrimos esta edición de zinética - el gato naranja con un artículo de Juan Diego Velásquez Romero publicado el 5 de diciembre de 1981 en el periódico EL MUNDO con motivo del fallo del premio nacional de crítica cinematográfica, que otorgó el premio al ensayo LAS LATAS EN EL FONDO DEL RIO escrito por Luis Alberto Alvarez y Víctor Gaviria. Hoy, después de la finalización del contrato de Kodak con el teatro donde se entregarán los premios Oscar, cuando la Kodak se ha adherido a la ley de bancarrotas en Estado Unidos, motivada por la ardua competencia en el mercado digital. Digamos ¡Alguien debe saltar ahora! buscar el cine en el fondo del mismo río donde hallaron esta imagen los dos visionarios. Indispensable reconocer esta mágica unión, cuando se trata de hablar del desarrollo del cine colombiano. 

                                                                                                                    Rafael Urrea Soto


Víctor Gaviria y Luis Alberto Alvarez

SOBRE LOS GANADORES DEL CONCURSO FOCINE

Texto aparecido el día 5 de diciembre de 1981 
en el suplemento semanal del periódico EL MUNDO (Medellín).

Por JUAN DIEGO VELÁSQUEZ ROMERO

Uno también sabía de qué se trataba y llegó a tiempo para que le facilitaran el texto fotocopiado, del trabajo enviado al primer concurso de crítica cinematográfica convocado por Focine. Los rostros interrogativos de Luis Alberto y Víctor-“¿Cómo te pareció?- exigían una contestación precisa y oportuna. De pronto, Focine lanzó el veredicto y los concursantes cambiaron de mirada hacia el premio y reconocimiento que se les otorgaba. Como forma de felicitación y para saldar su pregunta de días antes, decidí realizar este escrito para conversar plácidamente con ellos.

Aclaro que no conozco los demás trabajos concursantes y que no analizo el ensayo Las latas en el fondo del río. El cine colombiano visto desde la provincia”, firmado por el seudónimo Laurel Hardy, dentro del contexto del concurso. Lo hago por una razón más valedera: somos muchos los que habitamos en “provincia” y en ella creemos.

Recuerdo que cuando Focine convocó a participar en el concurso, Luis Alberto, pensaba participar con una crítica sobre el realizador alemán Win Wenders. Pero las cosas cambiaron. Ante todo no se escribió sobre un tema específico para unos lectores minoritarios y tampoco lo hizo solo. Hacían falta muchos elementos para que se escribiera un ensayo como el de Víctor y Luis Alberto. Ante todo el profundo amor y respeto que le tienen a la actividad cinematográfica y la valentía para decir sin tapujos lo que piensan. Pero hay un hecho que resaltaba y se convierte en la raíz de una crítica severa frente a la manipulación y mutilación del hombre que desea expresarse por medio del  cine. Y es que Luis Alberto se introdujo en el campo de la realización y se cuestionó una realidad de la cual estaba ausente, en sus páginas de crítica hablaba poco e ignoraba el cine colombiano. El caso de Víctor es distinto. Si en un momento  se expresaba por medio de la literatura (poesía), en otro momento empezó a expresarse con el cine. Lo cierto es que Luis Alberto empezó a experimentar si se podía hacer cine aquí en  la “provincia” y lo hizo junto a Víctor. De ahí en adelante sus nombres empiezan a figurar juntos (Cortometraje “EL NIÑO INVISIBLE” fotografía de Sergio Cabrera).

Lo sorprendente de esta historia es la asimilación de la realidad cinematográfica colombiana y su continuo “estar” en el tiempo,  siempre en movimiento abriendo caminos. Hasta hace muy poco Luis Alberto Álvarez, Crítico de cine de El Colombiano y Víctor Manuel Gaviria, realizador de cine en Súper 8, no sabían  que la década del sesenta era importante para nuestra historia cinematográfica en el cine colombiano de ficción o documental. Ellos algo intuían pero no lo tenían racionalizado y se daban cuenta que el medio les exigía, que ellos tenían los pies puestos en Colombia y en una época en que la nación va en busca de una identidad que le corresponda. Hoy los vemos como pioneros tratando de aproximarse a una estética cinematográfica, hoy los vemos señalando  obstáculos en todo lo concerniente a la realización cinematográfica, hoy los vemos analizando y cuestionando nuestro pasado.


LAS LATAS EN EL FONDO DEL RIO
El cine colombiano visto desde la provincia
Por Laurel Hardy

“Uno que sabía de qué se trataba llegó a tiempo para evitar que las latas oxidadas y polvorientas terminaran asentadas en el fondo del río Medellín. La moviola se había vendido por veinticinco pesos, pero los montones de celuloide grisáceo se habían vuelto un estorbo intolerable para el ejecutor del tribunal. El hombre que llegó a tiempo comprendió que lo que allí estaba dejando de existir era importante. Sabía que rescatando las latas rescataría el espíritu que en ellas habitaba. Al llevárselas a su casa no las abrió, para que el genio no se fuera a escapar. Más bien les destinó para reposo un espacio sacado del suyo propio. Copiones, negativos de imagen, negativos de sonido, fragmentos de hechos, noticias, publicidades, torsos de historias, pedazos de películas olvidadas o nunca  concluidas, rostros de personas, unos que todos recuerdan y otros que casi todos han olvidado. Registro de un pasado fijado por un registrador que tuvo una vez la pretensión de “ser” el cine colombiano.

El acierto de ellos al lograr un estilo novelado propio de una anécdota que recuerda con amor hace que el lector continúe llenándose de una poesía que recurre al hecho cinematográfico como sustento: El gabinete del Dr. Caligari, David Wark Griffith, “historia para un Fellini”, “audacia de un Herzog que filma en plena selva”, etc. Y dentro de la crónica que el lector percibe no sospecha la delicadeza de Álvarez y Gaviria que cuestionan a los directores del presente, sobre todo aquellos que no han comprendido que el cine posee unas leyes internas  y que para estar con ellas sólo basta un compromiso afectivo, honesto y científico y por sobre todo un riesgo.

Centraron la atención de este escrito en el retorno o la recuperación de un ESPACIO REAL, propio de la historia cinematográfica y propia de la realidad de la cual se sustrae. Para ello se valieron de los kilómetros de celuloide rodados en Colombia y que carecen precisamente de esa Colombia. Se valieron de la mediocridad de una televisión colombiana que idiotiza visualmente. Ellos no inventaron. Tan sólo desnudaron y señalaron la práctica de quiénes nos han educado torpemente con su hacer cinematográfico. 

La abundancia de cortometrajes que sólo consideran nuestro espacio como una postal, tan plana como una preadolescente o los largometrajes cuyos actores están siempre en pantalla, actuando como un desfile de modas, lleva inevitablemente al cine extranjero y a tomar a éste como patrón. Basta con señalar la presencia física de una ciudad en películas como Manhattan de Woody Allen o Gloria de John Cassavetes o la presencia  del campo en El árbol de los Zuecos de Ermanno Olmi. En estas películas además de los protagonistas (personas humanas) está el espacio y éste puede ser la geografía, el lugar donde se desarrolla la historia. 

HAY QUE COMPLEJIZAR EL CINE PUES DE POR SI LA REALIDAD YA LO ESTÁ. Este es el llamado del ensayo “Las latas en el fondo del Rio…”  Es tal vez un punto de partida concreto lleno de lucidez y madurez. Pero Luis Alberto y Víctor confiesan su opresión, aquellas ataduras, que cercenan dolorosamente la creación:

“Experimentos, búsquedas, expresión, pueden darse sólo si uno tiene un sentido de la improvisación y una velocidad de ejecución más allá de lo normal. Queda la nostalgia de que soñaba un ventanal abierto a contraluz echando borbotones de luz sobre las figuras de bordes marcados, una cámara que debía circunscribir el espacio… No hay manera de discutir un encuadre, de sentarse juntos a mirar, a dejarnos absorber por los lugares y las cosas.”

Para ellos el sentido estético es un pulso acelerado, es una taquicardia que pide un calmante, pero hay un orden económico que impide, hay un monopolio tanto interno como externo, hay un fantasma que desea entorpecer el trabajo de un artista, que le quita el aire, que goza viéndolo cianótico. Hay personas que comprenden la amenaza de un imperio partiendo de lo concreto, de lo cotidiano, en una palabra, de lo real. Por ello Álvarez y Gaviria dicen: "Y llega uno a inventarse una áscesis del cine, que es la forma de aprender a hacer cine como los americanos… ¡todo lo que sobra, fuera!" ¿Lo que sobra?

Pero todo lo anterior ubicado dentro del siguiente contexto: para Álvarez y Gaviria el sobreprecio lleva de por sí una censura hacia el realizador, en el tiempo de duración permitido por la exhibición y en el capital invertido por recuperar. En aras de esto hay que sacrificar lo estético, lo propio del cine.

Su trabajo está lleno de preguntas, sobre todo para aquellos que creen en hacer un cine honesto y digno de ser visto por colombianos. En esta “provincia” dos personas han tirado las primeras piedras, dos personas que seguramente están abiertas al dialogo, dos personas llevan la delantera, dos personas quieren ponerle el cascabel al gato. Existen unas latas en el fondo del río y es el buceo, el escarbar en aguas oscuras, el superar remolinos, quien tiene la palabra.
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el gato naranja 

 noticiero poético para américa latina - con una sección zinética.


Director:  Rafael Urrea Soto. Comité editorial: Mauricio Trujillo, Juan Diego Velásquez Romero,  Andrés Quintero, Carlos Calle Archila,  Jaime Eduardo Jaramillo, Carlos Mario Uribe,  Edgar Gonzalez, Víctor Gaviria, Raúl González, John Henry Orozco, Héctor Jaime Carvajal, León Darío Gil, Fernando Cuartas, Ulises Giraldo y Mario Armando Valencia. Participan desde Buenos Aries (Argentina)  el poeta Juan Gómez, desde La Paz Bolivia Carlos Idrobo y desde Sidney (Australia) Carlos Cuéllar.

contactos:

e-mail:cdcine@yahoo.com

Publicado por PRENSAMOVIELAB / Encuéntrenos en Twítter como @ZINETICA


Sección fantasmacopio
Edición Febrero de 2012



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