30/4/12

el gato naranja - noticiero poético para américa latina


GONZALO ARANGO. EL DE ANDES.
SOBRE EL LIBRO DE JUAN CARLOS VELEZ ESCOBAR




Presentamos algunos fragmentos del libro del investigador JUAN CARLOS VELEZ ESCOBAR su visión en GONZALO ARANGO, EL DE ANDES en la memoria perdida de sus días de adolescencia. El libro nos da nuevas luces para el reconocimiento de esos primeros momentos que influyeron en la obra del joven inquieto que se encontrara con Jaime Jaramillo Escobar X-504 bebiera del pensamiento de Fernando Gonzalez y se graduara poeta antes de llegar a Medellín, en las cascadas y los ríos cercanos y lejanos a esta tierra iluminada.


             Gonzalo Arango y Rosa Girasol
                                  Archivo personal Juan Carlos Vélez Escobar


"....Para el negro auténtico, puro, el baile no es un pasatiempo ni un deporte. Es simultáneamente religión y rebelión. En lo más secreto de sus intenciones inconscientes, de sus impulsos, es una mística, tiene el valor de una metafísica sin palabras para formular su inconformismo, su justicia. Opone a la lógica del opresor una lógica orgiástica, sangrienta, convulsionaria. / Esta noche han venido a este barcito bajo las estrellas a celebrar un rito religioso, no a divertirse en una reunión social al estilo "blanco". El blanco baila por aburrimiento o por inercia. Al azar. El negro baila por un imperativo interior de la carne, en él es una vocación, una fatalidad invencible. Y no importa si no tiene pareja del otro sexo. En ese caso bailan solos o entre sí. La pareja del sexo opuesto no es para el negro una necesidad erótica, o un requisito como lo es para el blanco. El negro puede prescindir del "otro". En eso se diferencia del blanco, para quien bailar es una "intimidad" entre dos, una complicidad de deseos, la justificación del acto danzario. No tiene el significado solitario y trascendente que tiene para el negro. Para éste se trata de su liberación, de un símbolo trágico, es un movimiento instintivo del espíritu que toca las fronteras de su destino negro como ser y como raza..."
                                                                   "Arcano amor a Cartagena"
                                                                                     Gonzalo Arango. 
                                                                                     En Prosas para leer en la silla eléctrica. 1970

"...Quizá Gaitán había sido arrojado del altar de mi familia como camarada del demonio, pues solo hasta ese viernes de 1948 oí por primera vez mencionar su nombre: habían asesinado a un caudillo en Bogotá. ¡Se llamaba Jorge Eliécer Gaitán! y la radio empezó a tronar los ecos fatídicos de una revolución tardía y frustrada cuyos himnos eran de muerte. La belleza de la revolución se revolcaba en el lodo de la demencia y el crimen: el aborto era bautizado por el diablo. Esa tarde, la revolución se resbaló y cayó en el infierno de la violencia, después supe porqué. Aquella tarde no lo comprendí. Mi padre nos encerró en un cuarto oscuro y nos rezó como siempre que había tormenta: "Aplaca señor tu ira, tu injusticia y tu rigor..." y también "Señor Dios de los ejércitos, llenos están los cielos y la Tierra de la majestad de vuestra gloria..." Para mí esas oraciones eran el fin del mundo, el diluvio y la guerra. Yo rezaba y lloraba de espanto al mismo tiempo. Cuando después me gaitanicé, o sea me hice revolucionario y ya no rezaba de miedo a los relámpagos ni al granizo, comprendí que el drama de aquel viernes de dolores no era solo el de un líder sacrificado, sino el drama de millones de hombres, el drama de todo el continente suramericano..."
                                                                                                  Gonzalo Arango
                                                                                                 Gaitán, en Obra negra. 



"Mi hombre ("Cochise") llega al fin. Se para al frente sin mirarme .Como no dice nada me levanto y le doy la mano. El se escarba con la uña una tirita de carne que le quedó entre los dientes. Sigue sin decir nada, como a mil kilómetros de distancia, este campeón parece difícil de entrevistar. Su tontería o falta de hospitalidad me desaniman bárbaramente. Mientras se presta al diálogo lo observo: un tipo alto, mide un metro con ochenta, pesa 75 kilos , buen mozo, de aspecto ingenuo pero viril. Viste un bluyín azul,  camisa bicolor, irradia el esplendor propio del éxito y la buena salud. Nada enturbia su mirada ni su frente: ni el pensamiento ni una nube de tristeza .  Acaba de cumplir 26 años. Nacio el 14 de abril de 1942 en Guayabal , el barrio de los tejares de Medellín. ese debió ser un barrio muy pobre en su tiempo, sin agua, sin luz, sin alcantarilla, un vivero mortífero de plagas. Los campeones suelen nacer en esos barrios proletarios , con muchas mangas, mucho barro, muchas penas, mucha miseria dentro y alrededor."

                                                                                           
                                                                         "Cochise a vuelo de tequila"
                                                                                            Gonzalo Arango
                                                                                            Reportajes 
                                                                                            Universidad de Antioquia. Medellín 1993.





GONZALO ARANGO ENTRE 1971-1976
Andes, Antioquia 1931 - Vía Sopó, Cundinamarca 1976

"En 1971  viaja a San Andrés como invitado especial y jurado de un festival de canción protesta. Allí, rodeado de jóvenes admiradores, ve por primera vez a Angelita (Angela Hickin), joven venida de Inglaterra a Colombia, luego de haber recorrido algunos países como polizón en varios barcos  comerciales. La joven que en ese momento contaba con 20 años deambulaba sola, por las calles de la isla, con su guitarra en bandolera y de vez en cuando tocando y cantando una de sus canciones, a cambio de comida o alguna moneda.

Existen versiones muy encontradas en cuanto a la manera en que se conocieron Angelita y Gonzalo Arango. Retomando la mencionada mitología nadaista, se ha llegado a afirmar que la chica ya estaba "encarretada" con Pablus Gallinazo, y que Gonzalo Arango, haciendo uso de sus grandes dotes de seductor, practicamente la bajó de la hamaca donde se amaba con Pablus (...)

(...) En 1972 publica "Providencia"..." Un librito de revelaciones y evoluciones..."  como él mismo lo definiría. Su lenguaje se descubre en las primeras palabras del libro.

"Providencia no es palabra que cierra / es palabra que abre lo que encierra / lo que libera / es pala que hunde hondo la semilla en la tierra / del subfondo nacerá el mundo / que salvará del destierro a los condenados de la tierra".

Continúa sus recorridos por el pais en compañía de Angelita. En estos viajes entraba en profundos contactos con la naturaleza y fueron ellos, la compañía de Angelita, su propia y profunda espiritualidad y algunos "viajes" con alucinógenos, tal vez, los que lo introdujeron en una especie de misticismo.

Desde su lugar de residencia al que llamaba el "El Monasterio" en Bogotá, continua escribiendo cartas a su hermana misionera Amparito, al obispo Gerardo Valencia "El obispo rojo" a su amigo Antonio Osorio, al maestro Jorge Marín Vieco y a muchos otros personajes de la vida pública nacional y de algunos países de América Latina.

En 1974 le autoriza a Jotamario la publicación de una compilación de "Sexo y Saxofón" y "Prosas para leer en la silla eléctrica", además de algunos textos principalmente poemas, bajo el título Obra Negra, editada por Carlos Lolhé, en Argentina. (...)
                                                            
                              JUAN CARLOS VELEZ ESCOBAR.
                              GONZALO ARANGO, EL DE ANDES.
                               Fragmento



Juan Carlos Vélez Escobar 
(Andes, Antioquia, 1964) Apasionado investigador de la vida y obra de Gonzalo Arango. Heredó de la familia del poeta nadaista, parte de  su memoria  y  objetos personales  del  autor, como reconocimiento  por  su interés en estimular la memoria sobre su vida y obra. En 1993  facilitó y lideró el retorno de los restos del Profeta a  su tierra  natal Andes,  en el suroeste antioqueño, Colombia. "Kale"  como se le conoce,   ha publicado:
Pubenza  Restrepo de Hoyos, limo  y  estrellas  (recopilación  con Lucía Hoyos, 2000) 
Gonzalo  Arango,  pensamiento   vivo  ( compilación  y   edición,  2000 ) 
Después del hombre  (transcripción  y  texto  introductorio,  2002) 
Gonzalo  Arango,  de  Andes  a  Tocancipá  ( 2003 )
Revista Centenario Liceo  Juan  de  Dios Uribe  ( edición,  2005 )  
Gonzalo  Arango  el  de  Andes (2009).





el gato naranja
noticiero poético para américa latina

Director:  Rafael Urrea Soto. Con un comité editorial y asesor conformado por: Mauricio Trujillo,  Andrés Quintero, Víctor Gaviria, Juan Diego Velásquez Romero,  Carlos Calle Archila,  Jaime Eduardo Jaramillo, Carlos Mario Uribe,  Edgar Gonzalez, , Raúl González, John Henry Orozco, Héctor Jaime Carvajal, León Darío Gil, Fernando Cuartas, Ulises Giraldo y Mario Armando Valencia. Participan desde Buenos Aries (Argentina)  el poeta Juan Gómez, desde La Paz Bolivia Carlos Idrobo y desde Sidney (Australia) Carlos Cuéllar.

contactos:
movielab_cdcine@hotmail.com  

Publicado por PRENSAMOVIELAB / Encuéntrenos en Twítter como ZINETICA

Sección zinética
Edición  Abril - Mayo de 2012


 

el gato naranja es una publicación de movielab cdcine
2012


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el gato naranja
summa de poesía contemporánea

Del profeta Nadaista 
GONZALO ARANGO


Elegía a “Desquite”


                    Gonzalo Arango

Sí, nada más que una rosa, pero de sangre. Y bien roja como a él le gustaba: roja, liberal y asesina. Porque él era un malhechor, un poeta de la muerte. Hacía del crimen una de las más bellas artes. Mataba, se desquitaba, lo mataron. Se llamaba “Desquite”. De tanto huir había olvidado su verdadero nombre. O de tanto matar había terminado por odiarlo.
Lo mataron porque era un bandido y tenía que morir. Merecía morir sin duda, pero no más que los bandidos del poder.

Al ver en los diarios su cadáver acribillado, uno descubría en su rostro cierta decencia, una autenticidad, la del perfecto bandido: flaco, nervioso, alucinado, un místico del terror. O sea, la dignidad de un bandolero que no quería ser sino eso: bandolero. Pero lo era con toda el alma, con toda la ferocidad de su alma enigmática, de su satanismo devastador.

Con un ideal, esa fuerza tenebrosa invertida en el crimen, se habría podido encarnar en un líder al estilo Bolívar, Zapata, o Fidel Castro.

Sin ningún ideal, no pudo ser sino un asesino que mataba por matar. Pero este bandido tenía cara de no serlo. Quiero decir, había un hálito de pulcritud en su cadáver, de limpieza. No dudo que tal vez bajo otro cielo que no fuera el siniestro cielo de su patria, este bandolero habría podido ser un misionero, o un auténtico revolucionario.

Siempre me pareció trágico el destino de ciertos hombres que equivocaron su camino, que perdieron la posibilidad de dirigir la Historia, o su propio Destino.

“Desquite” era uno de esos: era uno de los colombianos que más valía: 160 mil pesos. Otros no se venden tan caro, se entregan por un voto. “Desquite” no se vendió. Lo que valía lo pagaron después de muerto, al delator. Esa fiera no cabía en ninguna jaula. Su odio era irracional, ateo, fiero, y como una fiera tenía que morir: acorralado.

Aún después de muerto, los soldados temieron acercársele por miedo a su fantasma. Su leyenda roja lo había hecho temible, invencible.

No me interesa la versión que de este hombre dieron los comandos militares. Lo que me interesa de él es la imagen que hay detrás del espejo, la que yacía oculta en el fondo oscuro y enigmático de su biología.

¿Quién era en verdad?

Su filosofía, por llamarla así, eran la violencia y la muerte. Me habría gustado preguntarle en qué escuela se la enseñaron. El habría dicho: Yo no tuve escuela, la aprendí en la violencia, a los 17 años. Allá hice mis primeras letras, mejor dicho, mis primeras armas.

Con razón... Se había hecho guerrillero siendo casi un niño. No para matar sino para que no lo mataran, para defender su derecho a vivir, que, en su tiempo, era la única causa que quedaba por defender en Colombia: la vida.

En adelante, este hombre, o mejor, este niño, no tendrá más ley que el asesinato. Su patria, su gobierno, lo despojan, lo vuelven asesino, le dan una sicología de asesino. Seguirá matando hasta el fin porque es lo único que sabe: matar para vivir (no vivir para matar). Sólo le enseñaron esta lección amarga y mortal, y la hará una filosofía aplicable a todos los actos de su existencia. El terror ha devenido su naturaleza, y todos sabemos que no es fácil luchar contra el Destino. El crimen fue su conocimiento, en adelante sólo podrá pensar en términos de sangre.

Yo, un poeta, en las mismas circunstancias de opresión, miseria, miedo y persecución, también habría sido bandolero. Creo que hoy me llamaría “General Exterminio”.

Por eso le hago esta elegía a “Desquite”, porque con las mismas posibilidades que yo tuve, él se habría podido llamar Gonzalo Arango, y ser un poeta con la dignidad que confiere Rimbaud a la poesía: la mano que maneja la pluma vale tanto como la que conduce el arado. Pero la vida es a veces asesina.

¿Estoy contento de que lo hayan matado?
Sí.
Y también estoy muy triste.

Porque vivió la vida que no merecía, porque vivió muriendo, errante y aterrado, despreciándolo todo y despreciándose a sí mismo, pues no hay crimen más grande que el desprecio a uno mismo.
Dentro de su extraña y delictiva filosofía, este hombre no reconocía más culpa, ni más remordimiento que el de dejarse matar por su enemigo: toda la sociedad.

¿Tendrá alguna relación con él aquello de que la libertad es el terror?

Un poco sí. Pero, ¿era culpable realmente? Sí, porque era libre de elegir el asesinato y lo eligió. Pero también era inocente en la medida en que el asesinato lo eligió a él.

Por eso, en uno de los ocho agujeros que abalearon el cuerpo del bandido, deposito mi rosa de sangre. Uno de esos disparos mató a un inocente que no tuvo la posibilidad de serlo. Los otros siete mataron al asesino que fue.

¿Qué le dirá a Dios este bandido?
Nada que Dios no sepa: que los hombres no matan porque nacieron asesinos, sino que son asesinos porque la sociedad en que nacieron les negó el derecho a ser hombres.

Menos mal que Desquite no irá al Infierno, pues él ya pagó sus culpas en el infierno sin esperanzas de su patria.

Pero tampoco irá al Cielo porque su ideal de salvación fue inhumano, y descargó sus odios eligiendo las víctimas entre inocentes.

Entonces, ¿adónde irá Desquite?

Pues a la tierra que manchó con su sangre y la de sus víctimas. La tierra, que no es vengativa, lo cubrirá de cieno, silencio y olvido.

Los campesinos y los pájaros podrán ahora dormir sin zozobra. El hombre que erraba por las montañas como un condenado, ya no existe.

Los soldados que lo mataron en cumplimiento del deber le capturaron su arma en cuya culata se leía una inscripción grabada con filo de puñal. Sólo decía: “Esta es mi vida”.
Nunca la vida fue tan mortal para un hombre.


Yo pregunto sobre su tumba cavada en la montaña: ¿no habrá manera de que Colombia, en vez de matar a sus hijos, los haga dignos de vivir?

Si Colombia no puede responder a esta pregunta, entonces profetizo una desgracia: Desquite resucitará, y la tierra se volverá a regar de sangre, dolor y lágrimas.

Gonzalo Arango



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