19/6/13

el gato naranja - noticiero poético para américa latina -zinética, fantasmacopio y summa de poesía contemporánea

DE ANDRES UPEGUI, CRITICO DE CINE.

TRES PELICULAS CARIBES

en el 53º Festival Internacional de Cine de Cartagena



El pasado 53º  Festival Internacional de Cine de Cartagena (un festival que ha recuperado su importancia y prestigio), tuvo como hecho sobresaliente, pero poco advertido,  el estreno de tres películas típicamente regionales de la costa Caribe, todas ellas nacidas del seno del programa de Cine y Audiovisuales de la Universidad del Magdalena: “El Viaje del Acordeón” de Rey Sagbini y Andrew Tucker, “El Faro” de Pacho Bottia  y “Edificio Royal” de Iván Wild.

Podemos decir que a esta altura del siglo XXI, se pueden percibir tres tendencias estéticas, más o menos definidas, en el cine colombiano: por un parte, un cine que pretende competir, de igual a igual, utilizando los mismos esquemas estéticos, con el cine comercial de consumo masivo, controlado por las grandes multinacionales del entretenimiento. “El Cartel de los sapos” puede ser un buen ejemplo reciente de esta tendencia. Por otro lado, un cine de comedia fácil, cuyos parámetros estéticos son traídos de la televisión y cuyo éxito comercial ha sido innegable. El ejemplo más representativo es la serie de “El Paseo I y II”. Por último, tenemos un cine local, regional, que al contrario del anterior, su éxito se finca más allá de lo comercial, en la búsqueda de una  imagen más realista, verdadera y auténtica.

En realidad, también se podría afirmar, que estas tendencias no son sólo propias del cine colombiano, sino del cine mundial. Aunque habría que añadir una más, la de un cine nacido en los sectores hiper-civilizados, donde ya se han perdido por completo todos los lazos y vestigios propio de la cultura y en el cual prima una actitud manierista, decadente e intelectualista, sin ninguna referencia a la realidad propia, regional o local. Hablo por ejemplo de las películas ganadoras precisamente de este mismo 53º Festival de Cartagena: “Blancanieves” de Pablo Berger o “Tabu” de Miguel Gomes. En “Blancanieves”, por ejemplo, todo es artificial, pose intelectual o esteticista, que no deja translucir ninguna raigambre cultural, sobre todo los propios de una región que fue tradicionalmente tan rica en este aspecto como el sur de España. Se recurre a fabulas y relatos ya manidos como el cuento de los hermanos Grimm, se pretende rescatar una estética cinematográfica que a esta hora es ya prácticamente imposible que funcione como la del cine mudo y a una puesta en escena y a una dirección artística propia del cine publicitario más refinado y engañoso.

En este contexto, por tanto, el primer rasgo que salta a la vista en estas tres películas “costeñas” es su arraigo en los valores y las formas de vida propias de la cultura de la costa caribe colombiana. En ellas se manifiesta un fuerte carácter regional que no esconden en su propuesta estética su manera Caribe de entender el mundo y no buscan ocultarlo, avergonzadas, con fórmulas y clichés propios del cine comercial y cosmopolita o con disfraces intelectualista o esteticistas. El sabor, el color, el tono, y hasta el olor de estas películas es típicamente “costeño”.

1. “El Viaje del Acordeón” de Rey Sagbini y Andrew Tucker



Si lugar a dudas la música vallenata es un producto artístico propio de la cultura caribe colombiana, nacida en el seno de un mundo rural, agrario, ganadero, semianalfabeta, de transmisión exclusivamente oral y empírica, con una valiosísima y profundísima  raigambre cultural. Dice de manera certera la conocida enciclopedia virtual Wikipedia:
 “Ni la épica medieval francesa ni la alemana perduran de forma oral ni poseen la vitalidad de la épica medieval española; fragmentos de los cantares de gesta españoles se recitan todavía en pueblos de España y América Latina, transmitidos de padres a hijos de forma oral: es el llamado Romancero viejo, y la temática medieval de los cantares de gesta continuó siendo motivo de inspiración para el teatro clásico en el Siglo de Oro. Los cantos de vaquería con que los peones de las grandes haciendas acompañaban sus jornadas vespertinas para recoger y encerrar el ganado, fueron la base de lo que más tarde se convertiría en las historias cantadas que derivaron en las canciones vallenatas.”
Por otra parte, como se sabe, en sus inicios estos cantares de juglería vallenatos fueron exclusivamente vocales, luego empezaron acompañarse de guitarra y finalmente se le unieron la guacharaca y la caja. Pero, más tarde aún, por vías desconocidas que se remontan a la leyenda, llegó ese instrumento extraño a la matriz cultural hispánica y que remplazaría a la guitarra: el acordeón alemán.

En realidad las ciencias histórica y antropológica tienen sus límites, llegan hasta ciertos puntos donde ya no le es posible saber con certeza real el origen de ciertos fenómenos. Es ahí cuando interviene el mito y la leyenda, para explicar aquello que la ciencia no alcanza a explicar. Nos dicen entonces, al iniciarse “El Viaje del Acordeón”, que un buque con un cargamento de acordones venidos de Alemania y con destino de la Argentina, naufraga frente a la costas de la Guajira colombiana. Unos pescadores sacan con sus redes este extraño objeto y terminan por darle el uso adecuado en la ya tradicional música vallenata. Sin embargo, este origen legendario no es sino el pretexto para introducirnos la verdadera temática del film: el viaje, los triunfos y los fracasos que hacen la vida de cualquiera.

Toda obra de arte que recurre al viaje como forma del relato, fascina porque la vida misma tiene la estructura del viaje, un viaje cuyos episodios más definitivos son los triunfos y los fracasos. “El Viaje del Acordeón” es una película de una sencillez e ingenuidad que asombra por su carga poética sobre este oscilar entre los unos y los otros, en este caso los de los tres típicos intérpretes de la música vallenata: un “guacharachero”, un “cajero” y un “acordeonero”.

Manuel Vega, acompañado de sus dos amigos, ha fracasado por tres años consecutivos en lograr el primer puesto como mejor intérprete del acordeón en el célebre Festival de la leyenda Vallenata en Valledupar. Sin embargo una sorpresiva carta llega desde Alemania invitándolos a conocer la célebre fábrica de acordeones vallenatos Hohner. Este viaje de regreso del acordeón a su cuna, se convierte en el triunfo que recompensa las derrotas de estos tres juglares. El fascinante viaje a la hiper-desarrollada y fría Alemania actual está lleno de una cautivadora poesía.  Solo voy a mencionar una escena, entre muchas otras, en donde los tres juglares rinden homenaje a Mathias Hohner en su tumba, interpretando un nostálgico canto en el que resuenan dejos de los antiguos cantos de vaquería.  

En medio de la nieve, para él hasta ese momento desconocida, Jairo Suarez, el cajista, sentencia lo que podríamos considera la síntesis poética de “El Viaje del Acordeón”: "Ahora me doy cuenta lo que Dios nos tiene deparado a cada uno de nosotros sobre la faz de tierra. Gracias Dios mío". Entre miles de derrotas y adversidades, este bello filme nos quiere recordar que la Providencia Divina, siempre nos guarda algún momento, así sea mínimo, de triunfo y satisfacción en el viaje por la vida.


2. “El Faro” de Pacho Bottia




El faro es una metáfora de la luz que indica el camino, de la orientación, del guía, del encuentro del puerto seguro. En el viaje por la vida son necesarios faros que nos orienten, nos guíen y nos sirvan de indicación para encontrar la ruta certera.  

En “El Faro” de Pacho Bottia, Genaro y Ofelia están perdidos, desorientados: aquel huye desesperadamente de la milicia, como un “remiso”, ésta cree que su salvación está en volver a encontrar a su madre adoptiva en España. Huyen de sus raíces, de su cultura. En este mar de confusiones naufragan y caen en el morro del viejo faro de Santa Marta. Allí encuentran al anciano guardafaro Angel, quien sabe que morirá pronto, pero a partir de una lenta y morosa relación con Genaro en la que ambos se ven, como en un espejo, reflejados el uno en el otro, el joven ve en la vida del viejo el faro, la imagen, la dirección que podrá definitivamente tomar la suya. De Ofelia no sabremos cuál será su destino final. Quizás ella también repetirá la historia de la vieja Dolores, la mujer de Angel, reflejándose como en otro espejo. 

Además este espejismo de identidades reflejadas está atravesado por la referencia política. Angel, antes de morir, le ha dejado como su legado a Genaro un viejo cañón de la época colonial. Sin embargo el alcalde y el senador locales disponen de este patrimonio cultural público como de un bien privado. Por enésima vez el hombre público dispone del bien común y de la fuerza pública como si fuera su propio peculio y su ejército privado. Al fin Genaro hará justicia y salvará el cañón escondiéndolo en el fondo del mar. Este cañón es otra metáfora del honor y la dignidad del guardafaro: del viejo Angel y del nuevo Genaro.

Como en el viejo refrán, esta película, en el tono menor de un adagio, con una luz diáfana y clara, con el ritmo moroso de la vida campesina y caribe, nos muestra que “lo mismo es aquí que allá” y que después de dar muchas vueltas es allí donde nacemos, donde está nuestro destino y que toda fuga no es sino un espejismo, un escape de aquel misterio del que nos es imposible escapar: el misterio de nosotros mismos.

3. “Edificio Royal” de Iván Wild


Hemos dicho que el éxito de público y por ende comercial del cine colombiano, desde siempre, ha estado en el recurso de la comedia fácil. Una comedia complaciente, previsible, con todos los clichés previamente desarrollados en la televisión. Ahora bien, el problema de este tipo de cine no radica en el género y sería un grave  error creer que la comedia es inferior a la tragedia o al drama. El problema radica en que es una comedia local, que no trasciende el límite de propio, de lo familiar, de lo nacional. Una película como “El Paseo”, para poner un ejemplo reciente, sólo puede tener éxito en Colombia o con publico colombiano, por la sencilla razón que sólo los colombianos la entienden y le encuentran gracia. Esta película es como cuando el tío chistoso repite, una y otra vez, las mismas anécdotas que sólo son chistosas para los miembros de la familia, pero que para un observador ajeno al grupo familiar son simples anécdotas sin ninguna gracia. Es pues lo provincial en el sentido peyorativo de la palabra.
          
Lo interesante de una película como “Edificio Royal” del Iván Wild es que partiendo de los mismos presupuestos de género, con actores también de la televisión  e incluso con situaciones y anécdotas locales (la transmisión del partido de futbol, por ejemplo) toma una dirección radicalmente diferente. “Edificio Royal” apuesta por uno de los géneros más difíciles y complicados en cualquier arte, el de la comedia negra. El humor negro, la risa macabra, tienen una antiquísima raigambre cultural, desde Aristófanes y Petronio, pasando por la picaresca española, hasta Jonathan Swift y Alfred Jarry y en el cine ha tenido geniales cultores como Luis Buñuel, Marco Ferreri, Robert Altman, los hermanos Cohen, Woody Allen, entre muchos otros. Se puede decir que la comedia negra es una falsa comedia, porque en realidad detrás de la carcajada se esconde el drama y sobretodo el mayor de los dramas: la muerte. El humor negro es, en último término, reírse de lo menos risible, de la tragedia humana, de la muerte. La comedia negra es una tragedia disfrazada de risa, son las lágrimas del payaso.

A través de una construcción “coral” (no hay protagonistas ni personajes secundarios, todos son, al mismo tiempo, principales y secundarios)  y a través de la unidad de tiempo (un cálido domingo barranquillero) y de espacio (el mismo Edificio Royal) Wild nos pone a reír del drama de unos personajes igualmente mezquinos a los de la comedia fácil, pero aquí son mostrados, gracias a una certera dirección, como lo que realmente son: vidas anodinas, mezquinas, aburridas, llenas de celos, chismes, incertidumbres, agüeros, rencores y mediocridad.

El relato está armado con tres historias paralelas: La primera es la de una pareja de ancianos con el drama de su muerte cercana, de la enfermedad de Alzeimer del viejo y de la frustración de no haber tenido hijos. La manera macabra y desesperada que encuentra la vieja para sanar esta frustración es aprovecharse de la enfermedad de su marido y hacerle creer que las fotografías de su ídolo televisivo, el actor Tom Cruise, es el hijo que nunca tuvieron. Es tremendamente dramática la risa que nos produce este engaño que en últimas consuela y alivia por momentos la vida miserable y aburrida de estos dos ancianos.

El segundo relato es el de una pareja más joven: él tiene el extraño oficio de embalsamador de cadáveres y ella es una mujer supersticiosa que remedia su triste condición de ama de casa con los horóscopos, el tarot, los programas de televisión sobre la adivinación del destino y de la suerte, etc. Sin embargo, la situación macabra de esta pareja es en realidad circunstancial, pues por tratarse de un domingo, el embalsamador se ve obligado a llevar a su apartamento el cadáver de un hombre que ese día no fueron a reclamarle. Al final aparecerá su dueño, una mujer quien siempre odió a su marido pues la hizo infeliz. Sin embargo, esta historia terminará también por volverse una metáfora del futuro que les deparará la vida al embalsamador de cadáveres y a su esposa agorera.  

Finalmente, está la historia del portero y la propietaria del edifico. Debido al mal estado de la edificación y a la presencia de una plaga de cucarachas, el portero recibe la visita de un inspector de salubridad que se mata durante su inspección porque el mal estado de las escalas del sótano no resisten con su peso. Esta muerte accidental es la que da inicio al drama en la negra conciencia del portero, porque este temiendo que lo puedan acusar de asesinato decide ocultar el cadáver descuartizándolo con una motosierra. Este episodio se vuelve una metáfora negra de Colombia, de su violencia, de su sentido de culpabilidad, de su rencor y resentimiento. Por último, la dueña del Edificio (tal vez el personaje menos desarrollado del filme) es un persona preocupada por el envejecimiento de su cuerpo y oficia de pitonisa leyéndole las cartas del tarot a su vecina. Al final nos quedaremos sin saber con certeza quién es este extraño personaje, ¿un travesti o una mujer que ha perdido su cabellera? Es que la ambigüedad, la indefinición, el misterio, también hacen parte del drama humano, de la soledad y de la muerte, cubiertos, en este filme, del agridulce sabor que produce la risa macabra.

El cine es una de las artes más paradójicas. Desde sus inicios, la imagen audiovisual en general, ha sido, sin lugar a dudas, una de las mayores enemigas de las culturas. El cine primero, y luego la televisión y la imagen digital, han sido las puntas de lanza del proceso llamado de “globalización”, proceso que ha tenido como su característica más definitiva la destrucción de las culturas locales (¿pleonasmo?) y su remplazo por una “cultura” de masas, única, homogénea, global, arraigada en el más descarnado ideal consumista y hedonista. Sin embargo, paradójicamente también, en los últimos años, el cine (cierto cine por supuesto) ha pasado a ser un bastión de defensa y resistencia cultural, porque ha permitido que las culturas regionales se expresen y afirmen sus valores ante la realidad de su extinción por esa aplanadora avasalladora de la “monocultura” o civilización de masas. Los llamados antes cines del “Tercer mundo” son ahora cines regionales y locales, que han logrado salir de su “enfermedad infantil del izquierdismo” y han pasado a ser cines con cierta  madurez  estética, gracias su propuesta localista, a sus contenidos particularísimos y como especies en vías de extinción, buscan el apoyo “ecológico” que les permita sobrevivir. Películas marginales y más bien desconocidas en el circuito comercial, nacidas, muchas de ellas del seno de las nuevas escuelas de cine, son esos fenómenos que hemos calificado de paradójicos: por una parte, se apoyan en los adelantos tecnológicos, en el abaratamiento de los costos, en la facilidad de movimientos, de distribución y de exhibición alternativa que permite la nueva imagen digital, pero, por otra parte, sus contenidos buscan reivindicar una imagen anti-global de resistencia cultural y sorprenden por su frescura, su verdad y su  realismo. Este es el caso de estas tres películas Caribes.

Andrés Upegui Jiménez






el gato naranja

noticiero poético para américa latina

Sección zinética

Director:  Rafael Urrea Soto.  Comité editorial : Mauricio Trujillo,  Andrés Quintero, Víctor Gaviria, Juan Diego Velásquez Romero, Jandey Marcel Solviyerte,  Jaime Eduardo Jaramillo, Carlos Mario Uribe,  Edgar Gonzalez QuinteroRaúl González, John Henry Orozco, Héctor Jaime Carvajal, León Darío Gil, Fernando Cuartas, Ulises Giraldo y Mario Armando Valencia

Participan desde Buenos Aries (Argentina)  el poeta Juan Gómez,  desde La Paz Bolivia Carlos Idrobo,
desde Canadá  Carlos Calle Archila y desde Sidney (Australia) Carlos Cuéllar.


contactos
cdcine@yahoo.com
movielab_cdcine@hotmail.com

Publicado por PRENSAMOVIELAB / Encuéntrenos en Twítter como ZINETICA

Edición  : Junio - Julio de 2013



 

el gato naranja  y la sección zinética, realizan ediciones especiales en la sección  de blogs de la web 
RED DE PRODUCTORES AUDIOVISUALES DE IBEROAMERICA.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

VISIONES INTIMAS. FESTIVAL DE CORTOMETRAJES "CORTO CIRCUITO" EN NUEVA YORK Léalo en ZINETICA Más sobre cine.

Visiones Intimas   FESTIVAL DE CORTOMETRAJES  “CORTO CIRCUITO” EN NEW YORK Fotograma del cortometraje Cerulia de Sofía C...