11/1/11

JAIME EDUARDO JARAMILLO sobre PAIS DE CINTAS ROJASel gato naranja - noticiero poético para américa latina - summa de poesía contemporánea



PAIS DE CINTAS ROJAS
De la muerte, del amor y de la vida.

Por JAIME EDUARDO JARAMILLO



Portada. Obra gráfica de FERNANDO FERNANDEZ. Plumillas 2004 
                                                                                  Diseño de portada Jessica Zambrano.

“País de cintas rojas”, de Rafael Urrea Soto, constituye un lancinante testimonio, dolorosamente bello –escrito con sangre, pero también con esperanza,- de una circunstancia colectiva en donde el crimen es oficio cotidiano; la injusticia, ocurrencia de todos los días; el miedo y la incertidumbre, circunstancias familiares. Las Furias, esta vez con rostro humano, se pasean a sus anchas, como seres vengadores y atrabilarios, para asolar sin misericordia un país sufrido y devastado.

Este texto, no es sólo una simple acumulación de poemas, sino que posee una estructura convincente, meditada. Se halla escrito con una dicción poética más decantada y madura, dotado de una estructura y un ritmo más personales que obras anteriores del autor. Se halla visitado por imágenes poéticas perdurables, para refigurar una tragedia colectiva que, a fuerza de repetirse cotidianamente, parece esfumarse en las imágenes instantáneas del noticiero televisivo, o en la penumbra del asustado comentario. El arte, la poesía, la palabra (¡siempre la palabra!), acuden para gestar una memoria necesaria que se enfrente a la impunidad y el olvido. Así, Rafael Urrea es capaz de crear belleza del horror. ¿No ha sido siempre éste uno de los cometidos del arte, testigo e intérprete de todos los excesos y desvaríos del ser humano?
La tragedia de las violencias colombianas, que como las cabezas de la hidra mitológica, parecen renovarse incesantemente, nos recuerdan el gran drama de Esquilo, La Orestiada. En esta estremecedora tragedia, Las Furias “sin rostro humano”, buscan desatar la destrucción en el país, “nunca hartas de la sangre de esta raza”. A cada nuevo crimen –escribía el gran trágico- afila el destino en la piedra de otro nuevo crimen”. Como en Colombia, como en País de cintas rojas es la muy antigua ley del Talión, “ojo por ojo, diente por diente.”

El cine y la poesía se constituyen en dos actividades artísticas esencialmente definitorias de nuestro autor. En País de cintas rojas,  estas dos pasiones del creador, que constituyen también dos formas de sensibilidad, percepción y recreación de la realidad, se presentan en forma complementaria e interfecundante. Poesía visual y auditiva, País de cintas rojas nos conduce en una áspera travesía por un infierno, ¡ay!, demasiado cercano y contemporáneo, en una geografía y una atmósfera ominosas, cenicientas, sombrías. Pobladas de seres moralmente contrahechos, de verdugos de sus hermanos, de malhechores orgullosos de sus tropelías sin nombre. De alguno de estos verdugos escribe el poeta, para que el lector, a su vez, pueda refigurar, como en un cine negro, estas descripciones líricas:

Y viene a la ciudad
donde el brillo de la calle
es un astro derrotado
un haz se percibe en el vidrio
la muerte ronda.”

El creador evoca imágenes vividas, citadinas, infaustas, por desgracia muy comunes en nuestro país, dese hace muchas décadas:

“Se va el cadáver por el río,
su nombre escapa a la memoria.”

Y como un presagio y una oscura confirmación de tantos atropellos, desórdenes e injusticias, otra vez en convincentes imágenes visuales, escribe:

“El ala de la mariposa se detiene
(…) Animales y plantas se mueven bajo una capa seca.”

Visiones, pero también ruidos, como en una secuencia cinematográfica, invaden algunas de estas páginas:

“Hay en las noches un sonido de llantas de carros
sobre el piso mojado, un río de aguasangre
se mueve como un reptil buscando salida.”

Pero Rafael Urrea, para continuar con las evocaciones de la mitología griega (que nos regala arquetipos perdurables, propios también para dar cuenta de nuestra vida contemporánea), no es Casandra. Su libro, es cierto, nos habla del espanto y el horror, de la violencia sin nombre, pero también aletea en él, la esperanza. Aparece en estas duras páginas, como no, la muerte, en muy diversas y horripilantes expresiones. Pero también entra en escena la vida, la testaruda, la empecinada vida. Como en el poema de Miguel Hernández, en este denso universo lírico nos golpena al unísono, las heridas de la muerte, del amor y de la vida. Así el poeta exclama:

“Cúrala, sana con amor a la muerte
préstale el más fino aroma
dale el hijo más tierno
la flor azul de la mañana.”

Siempre hay quienes se resisten a la indignidad, la violencia, la complicidad:

“Ya estamos cansados
algo se mueve al fondo
alrededor también.”

Los muertos, también pueden ser una fuente de inspiración para quienes los sobreviven, puede constituirse así, en semilla de vida. En este sentido, Rafael Urrea evoca a su coterráneo, al poeta y periodista Orlando Sierra. Vilmente asesinado por decir la verdad, sus verdades ineludibles y valientes, como lo hacían los vates antiguos, o los profetas bíblicos:

“Hoy en el país de la inconciencia
no te escucharán,
ni lo que digas
ni lo que pienses
(…) No te escucharán
No te hagas matar por eso.”

Pero también resisten los vivos, aquellos y aquellas que no quieren claudicar, ni hundirse en el silencio cómplice:

“La mujer es multitud, es lo único que nos queda
(…) La mujer es multitud
en sus manos crece la libertad.”

En épocas anteriores se abusó en Colombia y en todo el continente, de la poesía política, militante, “comprometida”. Con frecuencia la imagen era sustituida por el epíteto y el testimonio literario por el insulto. Muchas veces el relato de hechos escuetos, sustituyó la refiguración poética de la realidad. Estos excesos pudieron generar una reacción igualmente unilateral. Así, para poetas recientes la poesía no debe ocuparse de esas facetas sombrías del ser humano. Pero la violencia y el atropello, el genocidio y la mentira, han sido constantes del devenir de nuestra especie, como lo han sido, igualmente, la aspiración religiosa, o las distintas expresiones del amor. Angeles caídos, hombres y mujeres nos debatimos en el claroscuro de nuestra humana condición.

La palabra poética es por definición, omnicomprensiva. En este texto, el autor recrea una faceta triste y dolorida de nuestra patria, de nuestras gentes, sin incurrir en la manida poesía de pancarta, o en la consigna partidista. “País de cintas rojas” constituye un estremecedor testimonio lírico de una circunstancia funesta, de personajes aciagos y de sucesos siniestros que, por desgracia, han hecho parte y lo continúan haciendo, de nuestra vida cotidiana.


JAIME EDUARDO JARAMILLO Manizales, Caldas. Doctor en Sociologia y Ciencias de la Comunicación de la Universidad Complutense De Madrid. Profesor titular emérito, de la Universidad Nacional de Colombia. Ha sido Director del Departamento de Ciencias Humanas y e investigador del Centro de estudios sociales la Universidad Nacional de Colombia. Autor de Tipologías polares, sociedad tradicional y campesinado.1987 ESTADO, SOCIEDAD Y CAMPESINOS 1988 AMERICA LATINA MODERNIDAD Y POSMODERNIDAD 1996 Coautor de COLONIZACION COCA Y GUERRILLA 1989. CULTURA MEDIOS Y SOCIEDAD 1998  “CULTURA, IDENTIDADES Y SABERES FRONTERIZOS”: MEMORIAS DEL CONGRESO INTERNACIONAL NUEVOS PARADIGMAS TRANSDISCIPLINARIOS EN LAS CIENCIAS HUMANAS.” Jaime Eduardo Jaramillo Jiménez (compilador) Otros autores: Juanita Barreto Gama, Ramiro Delgado Salazar, María Elvia Domínguez, Ángela María Estrada Mesa, Alberto G. Flórez Malagón, Andrés García Becerra, Alejandro Jaramillo Hoyos, Jaime Eduardo Jaramillo Jiménez, Myriam Jimeno, Martha López Castaño, Fabio López de la Roche, Fortunato Mallimacci, Jesús Martín-Barbero, Aurora Morcillo, Mauricio Pardo, Rebeca Puche Navarro, Jaime Ramos Arenas, Andrés Salcedo, Fabián Sanabria, Yalile Sánchez & Rita Laura Segato.  Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. 2005

Cultura, política y modernidad. Gabriel Restrepo, Jaime Eduardo Jaramillo & Luz Gabriela Arango (editores)Otros autores: Hans Ulrich Gumbrecht, Nelly Richard, Carlos Monsiváis, Margarita Garrido, Ute Seydel, Gabriel Restrepo, Santiago Restrepo, Zandra Pedraza Gómez, Arcadio Díaz Quiñones, Gilberto Loaiza Cano, María Cristina Rojas de Ferro, Myriam Jimeno, Jorge Iván Bonilla & María Eugenia García Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. 1998. UNIVERSIDAD POLITICA Y CULTURA – La rectoría de Gerardo Molina. 2007




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Julio 28 de 2012  Reedición  de la entrada (Nueva época. Nro. 2 Enero - Febrero 2011.)  


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